Sabes que desde hace semanas tienes pendiente una conversación con tu hija adolescente. Piensas que no encontrarás el momento. Pero si ese ratito no lo tienes con tu hijo… mal asunto.
Así que hay que apartar los móviles, hablar bajito, aplicar el sentido común, abrazarse y sonreír, dejando claro que no soy ni su colega, ni su mejor amigo; que no soy Darth Vader, pero que soy su padre, y que aquí estoy para lo que haga falta, procurando recordar algunos valores. Tampoco muchos: el respeto, la sonrisa, y el diálogo. Quienes sois padres sabéis de qué hablo.
Me ha gustado el diálogo. Me ha encantado el abrazo final. Tras la charla llevo unas horas de subidón que ni te imaginas. Y ya ves: tan sólo he hablado con mi hija mayor y me hace feliz verla contenta.
Que bonito conseguir algo así, ese momento de unión en un padre y una hija. No todo el mundo lo consigue.
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